En la búsqueda de la igualdad de género, es indispensable afrontar y desmantelar los prejuicios profundamente arraigados en las normas sociales. Estas normas sociales sesgadas perpetúan la infravaloración de las capacidades y los derechos de las mujeres, restringiendo sus opciones y oportunidades e impidiendo el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Regulando el comportamiento y estableciendo límites sobre lo que se espera que las mujeres hagan y sean, hace que estas normas obstaculicen el progreso hacia el empoderamiento de todas las mujeres y niñas.
El alcance de los prejuicios de género a escala mundial es desalentador y alarmante. El Índice de Normas Sociales de Género (GSNI, por sus siglas en inglés) es una herramienta de escala exhaustiva que capta las actitudes de las personas hacia el papel de la mujer en aspectos como la política, la educación, la economía y la integridad física. Sorprendentemente, casi 9 de cada 10 hombres y mujeres tienen prejuicios contra las mujeres, según revela el índice que abarca al 85% de la población mundial. Preocupantemente, aproximadamente la mitad de la población mundial cree que los hombres son líderes políticos superiores, y dos de cada cinco personas perciben que los hombres son más competentes como ejecutivos empresariales. Estos prejuicios de género persisten en todas las regiones, estratos sociales y culturas, lo que los convierte en un problema global y no lo limita a contextos específicos.
A pesar de los notables esfuerzos de las campañas mundiales y locales en defensa de los derechos de la mujer, como #MeToo, #NiUnaMenos y #Time'sUp, los avances en la lucha contra las normas sociales sesgadas de género se han quedado cortos. Los valores del GSNI, estancados en la última década y que recogen datos hasta 2022, son testigo de la resistencia de las normas sociales a lo largo del tiempo. Además, datos recientes revelan una tendencia desalentadora en la que se ha roto el vínculo entre el acceso de las mujeres a la educación y el éxito en el empoderamiento económico. Ahora, las diferencias de ingresos entre hombres y mujeres están más relacionadas con las normas sociales de género que con las diferencias en la educación. Esto significa que las mujeres se ven afectadas por una distribución desigual de las tareas domésticas y de cuidado. En algunos países, las mujeres llegan a dedicar hasta seis veces más tiempo que los hombres a estas responsabilidades debido a las expectativas establecidas por las normas de género.
Pedro Conceição, jefe de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD, comentó acerca de la publicación: “Mi expectativa era que observaríamos algún avance, porque nueve de cada 10, quiero decir, ¿de qué manera puede empeorar? [...] Lamentablemente, hacer este ejercicio fue una experiencia de conmoción tras conmoción. La primera vez que lo publicamos, me impactó la magnitud (de los prejuicios), y en esta ocasión me impactó la falta de avances,” según lo reporta La Lista.
Adicionalmente, el sesgo de las normas sociales de género obstaculizan el ascenso de las mujeres a puestos de liderazgo. Aunque se han eliminado muchas barreras formales, todavía existen diferencias de género en la representación política. Desde el año 1995, aproximadamente sólo el 10% de los líderes de Estado o gobierno en todo el mundo han sido mujeres, y las mujeres ocupan un poco más de una cuarta parte de los asientos parlamentarios a nivel global. Esta falta de representación de las mujeres en roles de liderazgo no solo priva a las sociedades de los valiosos beneficios del liderazgo femenino, sino que también mantiene la predominancia de las perspectivas, experiencias, habilidades, voces e ideas masculinas.
Es esencial reconocer que cuando las mujeres rompen las barreras del liderazgo, se enfrentan a retos únicos. Las mujeres líderes están sometidas a juicios y críticas más severas que sus iguales masculinos. Cuando las mujeres se convierten en líderes, las normas sociales pueden cambiar en dos direcciones: pueden ser más aceptadas como líderes o pueden enfrentar una mayor oposición.
Desafiar el sesgo de las normas sociales de género es un cambio necesario que amerita atención inmediata. Si damos prioridad a la inversión, los seguros y la innovación para ampliar el desarrollo humano, podemos despejar el camino hacia un cambio transformador. La educación, el reconocimiento y la representación desempeñan un papel fundamental a la hora de abordar las normas sociales sexistas y desmantelar las barreras que impiden avanzar hacia una mayor igualdad de género. Al hacerlo, no sólo empoderamos a las mujeres, sino que también desbloqueamos el enorme potencial que reside en sus diversas perspectivas, experiencias, capacidades, voces e ideas, enriqueciendo nuestras sociedades en su conjunto.