La violencia económica es una forma insidiosa de abuso que ocurre con mayor frecuencia en el ámbito familiar y afecta principalmente a las mujeres. Aunque no es tan visible como la violencia física, sus efectos son igualmente devastadores y pueden dejar secuelas a largo plazo. Este tipo de violencia se caracteriza por el control y la manipulación del dinero y los recursos económicos por parte de un agresor, lo que impide que las víctimas tengan autonomía financiera y tomen decisiones sobre su propia vida.
En México, la violencia económica ha sido reconocida como un problema grave que limita el desarrollo y la participación de las mujeres en la sociedad. La falta de acceso a productos financieros adecuados y la persistencia de una cultura patriarcal han contribuido a esta situación. Es necesario un rediseño del sistema financiero que promueva la inclusión y empoderamiento económico de las mujeres, brindándoles herramientas para romper el ciclo de violencia y lograr una vida digna y libre, de acuerdo a un estudio realizado por BBVA Research.
La violencia económica se manifiesta de diversas formas y puede ser difícil de detectar. El robo de dinero, el uso no autorizado de cuentas bancarias o tarjetas de crédito, la exclusión de decisiones financieras, la vigilancia de los gastos y la retención de recursos son algunos de los comportamientos característicos de este tipo de abuso. Además, se puede presionar a las mujeres para vender sus pertenencias o trabajar sin remuneración en negocios familiares. Estas acciones buscan generar dependencia, ansiedad y miedo en las víctimas, perpetuando así el control sobre sus vidas.
La violencia económica tiene consecuencias graves para las mujeres. Más del 70% de las víctimas siguen con sus agresores por motivos económicos, según estudios citados por el Instituto Nacional de las Mujeres y la organización WomensLaw. Esta forma de abuso limita la capacidad de las mujeres para tomar decisiones autónomas, afecta su bienestar emocional y puede sumergirlas en la pobreza y la depresión crónica.
En México, las desigualdades de género persisten en diversos ámbitos, incluido el financiero. En un artículo de El Financiero, Galia Borja, subgobernadora del Banco de México, comentó que solo el 46% de las mujeres entre 15 y 65 años participa en el mercado laboral, en comparación con el 76% de los hombres. Además, el 56% de las mujeres ocupadas se encuentran en la informalidad y el 28% ha experimentado violencia económica y patrimonial. Estas cifras evidencian la necesidad de una transformación profunda del sistema financiero para promover la igualdad de oportunidades y el empoderamiento económico de las mujeres.
El presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), Oscar Rosado Jiménez, señala la importancia de un rediseño del sistema financiero mexicano. Actualmente, las mujeres enfrentan limitaciones para acceder a productos financieros que respondan a sus necesidades y les brinden autonomía económica. Es fundamental que las políticas y los servicios financieros se diseñen teniendo en cuenta las particularidades de género y promoviendo la inclusión y la igualdad.
Además de las medidas institucionales, es necesario visibilizar y concienciar sobre la violencia económica. Muchas veces, este tipo de abuso pasa desapercibido debido a la naturalización de la administración masculina de los bienes en las relaciones de pareja. Sin embargo, es crucial reconocer que el bienestar económico es un derecho humano y que todas las personas, independientemente de su género, tienen derecho a la libertad financiera.
La violencia económica representa una forma invisible pero devastadora de control y opresión hacia las mujeres. Limita su autonomía financiera, impide su participación plena en la sociedad y las sumerge en situaciones de vulnerabilidad y pobreza. Es fundamental rediseñar el sistema financiero en México para que responda a las necesidades de las mujeres y promueva su empoderamiento económico. Esto requiere la implementación de políticas inclusivas y la creación de productos financieros que fomenten la autonomía y la toma de decisiones económicas por parte de las mujeres. Asimismo, es necesario generar conciencia y visibilizar la violencia económica para combatirla de manera efectiva y garantizar el ejercicio pleno de los derechos económicos de las mujeres.